Santos católicos: el Martirologio Romano (2024)

¿QUÉ ES EL “MARTIROLOGIO ROMANO”?

Es el gran índice de todos los santos que se veneran en la Iglesia católica.

El «Martirologio Romano» recoge los nombres de los santos y beatos (6.538 voces) reconocidos oficialmente por la Iglesia católica. En cada día del año, el volumen presenta el elenco de los santos y beatos recordados en esa fecha. El nombre está acompañado por datos concisos sobre el lugar de su muerte, su estatuto eclesial, su actividad y carisma.

NUEVA EDICION DEL MARTIROLOGIO ROMANO: 7.000 SANTOS Y BEATOS

CIUDAD DEL VATICANO, 4 ENE 2005 (VIS)
A principios del mes pasado se presentó en Roma la segunda edición del Martirologio Romano, un elenco actualizado -no de mártires, como se podría pensar por su nombre- sino de todos los santos y beatos venerados por la Iglesia. El martirologio actualizado contiene 7.000 santos y beatos venerados actualmente por la Iglesia, cuyo culto reconoce oficialmente y propone a los fieles como ejemplos para imitar.

Respecto a la anterior edición de 2001, la primera tras el concilio Vaticano II, existen varias novedades. En primer lugar se han rectificado algunos errores tipográficos y se han incluido muchos santos y beatos que han sido proclamados en el trienio entre 2001 y 2004, concretamente 117. Además, se han añadido muchos santos que tienen un culto efectivo sobre todo en el sur de Italia, figuras del monaquismo principalmente italo-greco, que hasta ahora no habían sido incluidas en el martirologio.

La presentación de esta edición tuvo lugar durante un acto promovido por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos para conmemorar la constitución conciliar sobre la reforma litúrgica “Sacrosanctum concilium” (promulgada el 4 de diciembre de 1963).

TEXTO DEL MARTIROLOGIO ROMANO. EDICIÓN 2001:
(No se incluyen los santos/as y beatos/as proclamados por la Iglesia después de la fecha de la edición)

Martirologio Romano. Meses de enero a junio (287 páginas):

– Martirologio Romano: de enero a junio.

Martirologio Romano. Meses de julio a diciembre (332 páginas):

– Martirologio Romano: de julio a diciembre.

EL MARTIROLOGIO ROMANO
El Martirologio Romano es el catálogo (la lista) oficial donde aparecen los nombres y la vida de los santos aprobados por la Iglesia católica.

Según lo establecido en la Constitución Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II, el Martirologio Romano fue revisado y nuevamente editado, con la aprobación del Papa Juan Pablo II (29 de junio de 2001). Se añadieron, además, numerosos santos y beatos que gozan de pública veneración aprobada por la Iglesia; otros que se conmemoran desde tiempo inmemorial, aún localmente; y otros que han sido proclamados tales de manera solemne después de 1960. Posteriormente, el 29 de junio de 2004, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos promulgó y declaró “oficial” una segunda edición en la cual se hicieron correcciones y se agregaron numerosos santos y beatos proclamados por Juan Pablo II. Recientemente el Martirologio Romano ha sido editado en italiano por la Conferencia Episcopal Italiana.

Dada la importancia de la aparición del Martirologio queremos enviar estas líneas a todos para que se conozca su naturaleza y uso, y para que se estudie en las distintas Provincias y Casas el modo de implementarlo. Esperamos que dentro de poco podamos contar con una edición en español. Mientras tanto, y por la gran importancia que tiene la memoria y el culto de los Santos en nuestra vida espiritual, tanto individual como de nuestra Familia Religiosa, enviaremos próximamente como regalo ejemplares de la edición italiana a nuestros cinco Seminarios Mayores.

1. Sentido y naturaleza del Martirologio Romano

El Martirologio Romano es un libro de uso litúrgico, es decir, tiene por finalidad ser usado en celebraciones litúrgicas para tributar en un modo digno y conveniente el culto a la Santísima Trinidad[1]. En la celebración y en el culto tributado a los santos se celebra el misterio de la salvación obrada por Cristo, la cual resplandece de modo admirable en sus más ilustres miembros, los santos. Además los fieles encuentran modelos según los cuales pueden vivir el misterio de la salvación, sintiéndose estimulados por su insigne ejemplo, y se confían continuamente a su piadosa intercesión[2].

Por eso la Iglesia, Madre de Santos, provee con verdadero celo para que los fieles atiendan cuidadosamente a su vocación a la santidad y puedan llegar a alcanzarla. En estos tiempos de nueva evangelización es de capital importancia que todo el camino pastoral esté fundado precisamente sobre la santidad, que debe ser entendida no como una vía extraordinaria, sólo para algunos pocos, sino como una tensión de todos los fieles hacia la plenitud de la vida cristiana y hacia la caridad perfecta[3].

La Iglesia profesa en los Santos el esplendor de la Trinidad y del misterio de la salvación obrada por Cristo. Toda conmemoración litúrgica de los Santos en la vida de la Iglesia tiende por su propia naturaleza a Cristo y tiene en Él su perfección -Él es “la corona de todos los santos”-, y por medio de Cristo y del Espíritu Santo, tiende al Padre, que es admirable en sus santos y es en ellos glorificado (cf. 2 Tes 1,10). Además la vida de los Santos resplandece en la historia como una continuación o memoria de la vida de Cristo, tanto en este mundo, porque manifiesta la gloria de su resurrección, como en la gloria del cielo, y es propuesta a los fieles como una estrella que difiere de cualquier otra por su esplendor (cf. 1 Co 15,40-41)[4].

La celebración litúrgica, en cuanto manifestación y actualización del amor de la Iglesia por Jesucristo su Esposo, de quien desarrolla y celebra en el curso del año todo su misterio, comporta también el culto de los Santos. La memoria litúrgica de los santos se propone reforzar los vínculos de unión de toda la Iglesia en el Espíritu (cf. Ef 4,1-6). La relación con los Santos nos une a Cristo, de quien brotan como de una surgente y como de su cabeza todas las gracias y la misma vida del pueblo de Dios. Por estar los Santos más íntimamente unidos a Cristo consolidan en la santidad a toda la Iglesia, ennobleciendo el culto que ella da a Dios y contribuyendo a su edificación[5].

Por eso en nuestro Directorio de Espiritualidad se dice (n. 257): “Los santos son señal elocuentísima de la vitalidad de la Iglesia, y por ello tienen un valor apologético de la verdad de nuestra fe, al realizar concretamente la nota de la santi­dad de la Iglesia. Son los mejores miembros del Cuerpo místico de Cristo y el fruto mayor y más completo de la Encarnación y de la Redención. Y gracias a esto son los que transforman al mundo con su ejemplo, y con la fuerza de su intercesión. Ellos nos recomiendan constantemente el cielo, la vida eterna, el premio de los méritos, ¡Dios! Por eso al honrarlos honramos al mismo Dios, pues los santos son su obra maestra, y al “co­ronar sus méritos corona el Señor sus propios dones”[6]. In­cluso después de su muerte cumplen misiones póstumas, empu­jan­do a generaciones enteras al heroísmo del seguimiento de Jesu­cristo, siendo no sólo para los jóvenes sino también para la gran mayoría de la nación… ejemplo de nobleza y recuerdo de virtud (2 Mac 6,31). Por eso no hay historia más completa, más magnífica y más provechosa que la Letanía de todos los Santos; ella evoca e invoca a todos los grandes espíritus que han ilustrado el planeta y que han hecho avanzar a la humanidad con sus virtudes. Asimismo debemos venerar sus reliquias, que no dejan de obrar”.

2. Algunas características del Martirologio Romano

Según una antiquísima tradición el Martirologio Romano sigue el calendario del año civil, es decir, de enero a diciembre, en vez de seguir el curso del año litúrgico. Además, y a pesar que el calendario solar es el que usa normalmente, trae también las memorias de los Santos según el calendario lunar, que pueden leerse opcionalmente en el uso litúrgico.

El misterio de Cristo y el culto de los Santos se funden uno con el otro, de modo que establecen en la liturgia de la Iglesia relaciones entre el Martirologio y los demás libros litúrgicos. Los Santos tienen parte en el mismo misterio de Cristo que celebramos. De aquí las normas litúrgicas relativas a la prioridad que deben tener unas celebraciones sobre otras, y el hecho que, salvo en los casos de las solemnidades, de las fiestas y de las memorias obligatorias, en todos los otros días se pueda celebrar legítimamente el Oficio y la Misa de un Santo inscrito en el Martirologio Romano, o en el Propio del Martirologio o en el Apéndice propio del Martirologio Romano debidamente aprobado[7].

El elenco de los Santos en el Martirologio no es exhaustivo, y su finalidad es eminentemente litúrgica. Por lo mismo el Martirologio no trae una biografía larga de los Santos que presenta, sino un breve “elogio” apto para la edificación de los fieles en el marco del uso litúrgico. Trae un elenco de las memorias: en primer lugar, de la Santísima Virgen María; luego de los ángeles; finalmente de los Santos actualmente presentes en el culto de la Iglesia universal y de algunas particulares, como asimismo en el culto particular de alguna familia religiosa. Este status de culto particular está indicado en el Martirologio con un asterisco. Además el Martirologio trae el recuerdo de las fiestas móviles, que siempre debe leerse antes del elogio de los Santos del día.

3. El uso del martirologio

En las Premisas, el Martirologio Romano, indica lo relativo a la celebración de los Santos según el calendario litúrgico universal y según los calendarios particulares que deben tener las diócesis y las familias religiosas, los cuales deben concordar con el Martirologio Romano y ser aprobados por la Santa Sede. También se indican posibles modos de celebrar los Santos cuando su memoria coincide con otras fiestas del calendario universal de grado superior (fiestas o solemnidades)[8].

Se puede hacer un “Apéndice” al Martirologio con Santos propios de una diócesis o familia religiosa ausentes del Martirologio Romano. Para ello próximamente constituiremos con las “Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará, a nivel de la Junta Coordinadora Central, una comisión para la realización del “Apéndice” al Martirologio Romano con nuestras fiestas propias, y para la presentación del mismo ante la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

Los elogios de los Santos del día se hacen siempre el día precedente. Normalmente se trata del día de la muerte, es decir, del dies natalis. La lectura puede tenerse en el coro, pero también puede hacerse en otro lugar.

4. El rito para la lectura del Martirologio Romano

Hay dos formas litúrgicas previstas para la lectura del Martirologio Romano: una dentro de la Liturgia de las Horas (preferentemente en una de las Horas Mayores, pero no necesariamente) y otra fuera (en el coro, o en el refectorio, o en la sala capitular). Ambas formas constan de tres partes:

1. Lectura del elogio de los Santos del día siguiente, con una conclusión (no es necesario leer todos los elogios). Si se hace dentro de una Hora del Oficio Divino se inserta inmediatamente después de la oración conclusiva de la Hora. Cuando se trata de una de las fiestas móviles, se anuncia ésta primeramente.
2. Una lectura breve de la Sagrada Escritura, contenida en el mismo Martirologio, que puede omitirse.
3. Una oración conclusiva, seguida de la bendición y de la despedida.

Habrá que estudiar en nuestras distintas Provincias y Casas el modo más conveniente de implementar el uso del Martirologio Romano, al cual nos exhorta la Iglesia. Hay mucho fruto en ello, como dice nuestro Directorio de Espiritualidad (nn. 255-256): “Hay una koi­nonia espiritual entre los miembros del mismo Cuerpo, que lle­va a una efectiva unión en la caridad y en la oración. No sólo entre los que peregrinamos todavía sobre la tierra, sino tam­bién entre éstos y todos aquellos que llegaron al término y están en el Cielo o de paso hacia él, en el Purgatorio. Hay una mutua relación entre los diversos estadios de la única Iglesia, de la importancia de la intercesión de Cristo por nosotros: siempre vive para interceder por nosotros (Heb 7,25), de la intercesión de los santos que “nos están íntima­mente unidos”[9], de sus ejemplos que “nos impulsan a bus­car la ciudad futura… la perfecta unión con Cristo, o sea, la santidad”[10], y, de modo eminen­te, de la intercesión de la Santísima Virgen María “a cuyo amparo los fieles en todos sus peligros y necesidades acuden con sus súplicas”[11]. De aquí que lo profundo de la devoción a los santos respon­de a la rea­lidad de la Iglesia como misterio de comunión”.

[1] Cf. Martirologio Romano, Premesse, n. 20-21; Edición de la Conferencia Episcopal Italiana, Libreria Editrice Vaticana, Roma 2004.
[2] Ibidem, n. 4; Misal Romano, Prefacio de los Santos II.
[3] Cf. Juan Pablo II, Novo Millenio ineunte (6/1/2001), 30; Martirologio Romano, Premesse, 6.
[4] Cf. Premesse, 7-10.
[5] Ibidem, 17-18.
[6] Cf. San Agustín, Epístola 194, V, 19.
[7] Ibidem, 23-26.
[8] Ibidem, 30-37.
[9] LG, 50.
[10] Ibidem.
[11] LG, 66.

https://iglesiaactualidad.wordpress.com/liturgia/martirologio-romano/)

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