El arca perdida está en el museo (2024)

El arca perdida está en el museo (1)

No la busques más Indy, el arca perdida está en un museo de Barcelona.

La famosa Arca de la Alianza de la Biblia que constituía el tesoro más preciado del pueblo de Israel (y su arma más efectiva, según el Antiguo Testamento y la película de Spielberg), puede verse estos días en la sede del Museo Etnológico y de Culturas del Mundo en la calle de Montcada, como pieza señera de la exposición Udjat, el exotismo del Antiguo Egipto en Barcelona (hasta el 15 de junio). En realidad, no es la de verdad, que como todo el mundo sabe se encuentra en un almacén secreto en EE UU junto a los extraterrestres de Roswell, sino una réplica, pero su historia no es menos asombrosa.

La primorosa copia del arca o tabernáculo donde se guardaban las tablas de la ley (si da pereza leer el Éxodo véase otra película: Los Diez Mandamientos) fue descubierta en 2016 por casualidad en, lo que hay que ver, una capilla tapiada en la segunda planta de la basílica de los Mártires Just y Pastor, donde languidecía cubierta de moho desde 1923. La singular reproducción, de gran tamaño y hecha en madera decorada con tallas, relieves e inscripciones, incluidos jeroglíficos y cartuchos faraónicos (chapuceros: no pone el nombre de ningún rey de verdad), fue diseñada en 1876 por el arquitecto Josep Vilaseca por encargo del rector y construida por artesanos entre los que se encontraban algunos que habían trabajado en los decorados de la ópera Aida. El propósito era piadoso: el arca formaba parte de un monumento desmontable de Semana Santa que se colocaba en el altar para dar magnificencia a los oficios litúrgicos y atraer público.

Esta estupenda Arca de la Aianza de pega (que volverá luego a la basílica) es una de las obras que sirven para explicar la singular fascinación egiptomaníaca de la ciudad de Barcelona expresada en distintas creaciones desde el siglo XIX. En la visita, que recalca la apropiación cultural por occidente de la civilización egipcia, su idealización y tergiversación, se encuentran otras sorpresas, como la envidiable indumentaria de Radamés que lució el tenor Francesc Viñas en la Aida de 1903 en el Liceo, o una imagen de la enorme Esfinge móvil que adelantándose a la del filme Cleopatra de Mankiewicz de 1963 recorrió en 1934 el paseo de Gràcia para ganar el premio a la mejor comparsa en el carnaval de Barcelona. También, una copia de un guardián de la tumba de Tutankamón, o un armario sarcófa*go que funcionaria extraordinariamente como minibar.

Hay libros, carteles, dibujos, teatrillos, fotos. Una sección final está dedicada al cine (hay un ciclo en la Filmoteca como parte de las actividades paralelas) y ahí puedes ver a Claudette Colbert llevándose el áspid al seno o a Boris Karloff siendo embalsamado vivo, todo un trance. El recorrido permite admirar también algo realmente excepcional: los calcos de pinturas que decoraban las mastabas de dos nobles del Imperio Antiguo enterrados en Saqqara y que Eduard Todà, nuestro primer egiptólogo, al parecer, según contó el comisario de la muestra, Oriol Pascual, sustrajo del viejo museo egipcio de Bulaq, en El Cairo, en un arrebato, precisamente, egiptomaníaco o más concretamente egiptomaníaco-cleptómano.

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La exposición, de formato modesto, pero con mucha gracia e incluso un obelisco aún más de pega que el arca, cuenta, aunque no es una muestra de arqueología, con otro testimonio real del Antiguo Egipto, un mini ojo Udjat (el emblemático ojo de Horus, ese milenario logotipo) del Museu Egipci de la fundación Clos, que también ha cedido una página con una vista de Karnak de la seminal Description de l’Égypte, la obra de los sabios de la expedición Bonaparte que dio pie a la egiptología.

Pascual reconoció que Barcelona, con Cataluña y España alejadas históricamente de Egipto, no tiene el patrimonio egiptológico, ni siquiera imaginario, de otras metrópolis europeas. La huella de la egiptomanía se reduce sobre todo, aparte de Aida, a obras arquitectónicas neoegipcias, alguna casa estilo mastaba y alguna fuente, pero especialmente panteones en los cementerios de la ciudad. Se exhiben planos y fotos de construcciones funerarias (género bastante egipcio) de Leandre Albareda. Y el coche Hispano-Suiza de un empresario que el arquitecto Vilaseca decoró en 1908 como un sarcófa*go egipcio, que ya es yuyu...

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