La familia de Jacob llegó a ser un gran pueblo en Egipto. Se les llamó israelitas. Faraón, el rey de Egipto, tuvo miedo de que un día hubiera demasiados israelitas y que tomaran el control de Egipto, por lo que convirtió a los israelitas en sus esclavos.
Luego, Faraón mandó que mataran a todos los varones israelitas recién nacidos. Las familias israelitas tenían mucho miedo.
Una madre israelita llamada Jocabed pensó en una forma de salvar a su hijo recién nacido. Colocó a su bebé en una canasta y la escondió en la hierba alta junto al río Nilo. María, la hermana del bebé, lo vigiló para mantenerlo a salvo.
Mientras se bañaba en el río, la hija de Faraón descubrió la canasta. Vio al bebé israelita indefenso que lloraba y quiso criarlo como si fuera su propio hijo. María se acercó a la hija de Faraón y le preguntó si podía traer a una mujer israelita para que cuidara al bebé.
María llevó a su madre, Jocabed, adonde estaba la hija de Faraón. La hija de Faraón estuvo de acuerdo en pagarle a Jocabed para que cuidara del bebé.
El bebé israelita creció. La hija de Faraón lo crio como si fuera su propio hijo y lo llamó Moisés.